La deshidratación puede poner en peligro nuestra salud, sobre todo en las personas de grupos de riesgo como los mayores de 65 años. Hasta ahora no existe un criterio global y sencillo para medir el grado de falta de agua corporal en los mayores pero un grupo europeo de investigadores ha determinado una ecuación matemática que permite detectarla a través de un análisis de sangre rutinario.
La deshidratación es un estado fisiológico que ocurre cuando el cuerpo pierde mucho líquido o cuando no se toma suficiente y, en grados severos, es potencialmente mortal. Las personas ancianas son consideradas un grupo de especial de riesgo ya que el correcto funcionamiento de los riñones se ve reducido no siendo capaces de concentrar bien la orina, perdiendo más fluidos y, por tanto, reduciendo la capacidad del organismo de mantener un correcto balance hídrico.
Unido a esto, diversos estudios científicos y los propios organismos de práctica médica geriátrica han confirmado que a edades avanzadas, sobre todo a partir de los 80 años, no se suele manifestar el principal síntoma de la deshidratación que es la sed. En las personas mayores, los primeros signos de falta corporal de líquidos como son la sequedad bucal, la debilidad muscular, la baja turgencia o elasticidad de la piel, son difíciles de identificar ya que son manifestaciones que pueden ir asociados al propio proceso de envejecimiento, por lo que no resultan llamativos al ser el estado habitual de muchos de ellos.
Además de todas estas explicaciones fisiológicas, en las personas mayores también aumenta el riesgo de inapetencia alimentaria que hace que ingieran menos alimentos líquidos o sólidos, generalmente como consecuencia del contexto físico y psicológico que les rodea: problemas de movilidad que, además de dificultar la preparación de comidas, puede traducirse en menor contacto social que, junto con la pérdida de seres queridos de la misma edad, se puede traducir en desgana general.
Se estima que alrededor del 20% de las personas mayores que viven en residencias están deshidratados, y esa cifra se eleva hasta el 40% entre aquellos que se encuentran ingresados en hospitales durante largas estancias. Hasta la fecha no existe un criterio único o universalmente aceptado que permita evaluar, por igual, la deshidratación en ancianos. Una de las técnicas diagnósticas mejor valoradas es la prueba de la osmolalidad del suero sanguíneo que consiste en medir el punto de congelación del suero que es mayor cuanto más concentrado está, o lo que es lo mismo, cuanto menos agua posee. Lamentablemente, resulta una prueba cara y lenta que no puede ser mandada de forma sistemática a todos los ancianos.
Fuente: Sociedad Española de Dietética y Alimentación
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